Si estás
leyendo esto es seguramente porque el título del post te ha llamado la
atención, resumiendo, quieres encontrar
al amor de tu vida para compartir el día de Los Enamorados y a ser posible
el resto de tu vida.
Pues bien, ahí
va, el secreto para encontrar a esa persona tan especial está en una
palabra:
QUIÉRETE
Tú eres la
naranja entera, el amor de tu vida debes
ser primeramente tú mismo, porque hasta que no aprendas a quererte será difícil
encontrar a tu “alma gemela” con la que compartir el resto de los días. Y nos
preguntamos ¿por qué hay tantos divorcios
y rupturas de pareja?, la respuesta es fácil: no se puede dar lo que no se
tiene, por lo que si no te amas, si no rezumas amor, difícilmente vas a
poder darlo a otros.
El quererse a
uno mismo engloba mucho más que darse un beso en el espejo o ser capaz de decir
“me quiero”, funciona como cualquier relación, significa tener una autoestima sana, valorarse, felicitarse, respetarse, dejar de auto torturarse con
sentimientos de culpa o resentimiento…trátate
a ti mismo como tratarías a la pareja ideal, piensa que
tú eres, fijo, la persona con la que vas a pasar el resto de tu vida hasta el
último parpadeo.
Así que si tienes pareja el día de San Valentín quiérete mucho y como
naranja entera que eres valora el poder disfrutar de la vida con otra naranja y
hacer zumo juntas, y si no la tienes,
puedes disfrutar igualmente, ya sabes que estás completo, date algún capricho,
sal con amigos, familia, prepárate una cena especial…porque tú te mereces eso y
más.
Aquí os dejo un regalo: un texto formidable de un gran genio y creador de sonrisas y momentos maravillosos, Charles Chaplin.
Cuando me amé de verdad,
comprendí que en cualquier circunstancia, yo estaba en el lugar correcto y en
el momento preciso. Y, entonces, pude relajarme. Hoy sé que eso tiene nombre… autoestima.
Cuando me amé de verdad, pude
percibir que mi angustia y mi sufrimiento emocional, no son sino señales de que
voy contra mis propias verdades. Hoy sé que eso es… autenticidad.
Cuando me amé de verdad, dejé de
desear que mi vida fuera diferente, y comencé a ver que todo lo que acontece
contribuye a mi crecimiento. Hoy sé que eso se llama… madurez.
Cuando me amé de verdad, comencé
a comprender por qué es ofensivo tratar de forzar una situación o a una
persona, solo para alcanzar aquello que deseo, aún sabiendo que no es el
momento o que la persona (tal vez yo mismo) no está preparada. Hoy sé que el
nombre de eso es… respeto.
Cuando me amé de verdad, comencé
a librarme de todo lo que no fuese saludable: personas y situaciones, todo y
cualquier cosa que me empujara hacia abajo. Al principio, mi razón llamó
egoísmo a esa actitud. Hoy sé que se llama… amor hacia uno mismo.
Cuando me amé de verdad, dejé de
preocuparme por no tener tiempo libre y desistí de hacer grandes planes,
abandoné los mega-proyectos de futuro. Hoy hago lo que encuentro correcto, lo
que me gusta, cuando quiero y a mi propio ritmo. Hoy sé, que eso es… simplicidad.
Cuando me amé de verdad, desistí
de querer tener siempre la razón y, con eso, erré muchas menos veces. Así
descubrí la… humildad.
Cuando me amé de verdad, desistí
de quedar reviviendo el pasado y de preocuparme por el futuro. Ahora, me
mantengo en el presente, que es donde la vida acontece. Hoy vivo un día a la
vez. Y eso se llama… plenitud.
Cuando me amé de verdad,
comprendí que mi mente puede atormentarme y decepcionarme. Pero cuando yo la
coloco al servicio de mi corazón, es una valiosa aliada. Y esto es… saber vivir!
No debemos tener miedo de cuestionarnos… Hasta los planetas chocan y
del caos nacen las estrellas.
Charles Chaplin
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